Un añito en el infierno

Wednesday, April 16, 2008

You'll never walk alone. Historia de un maratón


Durante meses algunas personas se han cansado de oír frases como « hoy no puedo, tengo entrenamiento », « no gracias, ahora llevo una vida sana », « hoy no salgo, mañana tocan 20km”, y así sucesivamente. El que escribe también ha escuchado vecesmil cosas como “eres un triste”, “de que árbol te has caído?”, “como te ha dado por ahí?”, “estas fatal”, “que cojones tienes”, “te admiro”.

Pues bien, aquí estoy, entero, todavía un poco débil físicamente, y feliz como una perdiz. “Half-vol” repetían los holandeses, asi era el domingo. Hoy lo veo “Vol”, el vaso está lleno, me siento completamente lleno, completo.

Los últimos tres meses han cambiado el sentido de mi vida. Cuando tomé la decisión de intentarlo, lo hice con la idea de cambiar muebles en la alcoba de mi existencia, sabía que la apuesta era arriesgada y que tendría que renunciar a cosas, tener disciplina y explotar al máximo esa cabezonería aragonesa que me dio mi madre.

He entrenado en la oscuridad, bajo cero, bajo la lluvia, contra el cierzo, al solete, sobre tierra, asfalto, hierba, en la ciudad, en el campo, en el monte, en la carretera. Lo he hecho casi siempre solo, sin música, sin publico y sin compañía (salvo por una gacela castellana que aporta los miércoles toneladas de sabiduría urbana, optimismo y ánimo).

He aprendido a escucharme, sentirme, alimentarme, curarme, cuidarme, animarme, apretarme, exigirme, enfadarme, relativizarme, orientarme, recuperarme y otros tantos “armes”. Por encima de todos, a valorarme.

El domingo me planté en Rótterdam cargado de ilusión, hidratos de carbono y sales minerales. Con mis zapatillas azules, el pantalón largo, y la camiseta de la estrella. Si, lo se, en las fotos salgo poco ortodoxo, pero las prendas que me han acompañado en el camino merecen disfrutar del gran día.

En la línea de salida me encuentro con miles de zumbados como yo, los hay de todos los tamaños (bueno, hay una mayoría de enormes holandeses/esas), hay gente de todas las edades, desde los 20 hasta los 70 años, con su dorsal y su plástico calentador. Me siento alegre, no estoy tan solo como pensaba. Justo antes de dar la salida suena una canción por la megafonía, me cuesta distinguirla hasta que se va extendiendo un coro entre la multitud de corredores, me uno al mismo. “You’ll never walk alone”.

Comienza la aventura, miles de corredores, y un gran pasillo de público aplaudiendo, gritando, animando, repartiendo plátanos, galletas, botellas, cualquier cosa que pueda ayudar a superar la gran prueba. Es la primera vez que pienso en los holandeses y sonrío, les miro a los ojos y me doy cuenta de que me están animando a mi, no me conocen pero están a mi lado. A mi lado, al lado de todos los que por sus calles avanzamos.

Kilometro diez, no estoy a gusto, tengo frio, noto los músculos cargados, me hago pis!!! Y todavía quedan 32km, me asaltan las dudas. Escucho un grito con mi nombre, sonrío y sigo adelante, llegamos a un parque y me arrimo a un árbol, sale el sol, avituallamiento, me siento mejor, voy sintiendo el ritmo. Pasan los kilómetros, miro el reloj, voy clavando los parciales.

Media maratón, sigo bien, sonrío, ahora empieza la carrera de verdad, a descontar, a aguantar, a sufrir, a regular. Beber, seguir bebiendo, disfrutar de la esponja como si estuviéramos en el Sahara.

Erasmusbrug, con los barcos por debajo, imponente, precioso, lleno de gente… una cabronada de cuesta con 26km en las piernas.

Kilometro 28, el recorrido coincide en una parte con la llegada a meta, nos cruzamos con los más rápidos, escucho música distorsionada, “ik wil jouw”, más marcha, más ritmo, ahora viene lo difícil, el interminable bosque. La gente sigue gritando, ofreciéndome de todo, yo sonrío y lo rechazo, mi madre me enseñó a no aceptar cosas de extraños. En realidad no me atrevo a comer, puede caer mal al estómago y arruinarlo todo.

Kilometro 34 a 39, el calvario, muchos baches, corredores andando, algunos tumbados en la cuneta, chaquetas rojas que me dicen “alles goed?”, dolor en los glúteos, no te pares, picor de garganta, sigue, vas bien, bebe agua, te sobra tiempo, me falta aire, piensa en Alex, más gritos, “maar vijf, komaaan, alle jongen”.

Una línea amarilla en el suelo, una cifra 1.000, zona vallada, la multitud grita, suena la música, todos sonreímos, las piernas van solas, aumentan el ritmo, 500m, veo el arco de meta, estoy flotando, un escalofrio, 100m, ¿Qué me esta pasando? Saltan las lágrimas, levanto los brazos, lo he conseguido.

Una manta de plástico, una chica vietnamita me cuelga la medalla, plátanos, naranjas, montáñas de fruta, extran, más extran, más gritos, soy feliz.

Correr maratón es como estar embarazada, cuando se termina ya lo estas echando de menos, quieres sentirlo de nuevo dentro de ti, quieres llevarlo contigo, y conseguirlo otra vez. Es una droga, estoy enganchado, pruébala, es increíble.