Un añito en el infierno

Tuesday, November 28, 2006

SETENTA Y CINCO

Lo primero es lo primero y ante todo se que les debo una disculpa a los incondicionales y a los condicionales lectores del blog. Y como explicar esta evaporación? Sin tratar de buscar excusas del todoacien, la teoría más cercana a la realidad es la que apunta hacia un estado de paz interior alcanzada por el lechón que escribe. Uno escribe cuando se ralla y cuando tiene tiempo, y en los últimos dos meses no he tenido tiempo ni para rallarme, así que mucho menos para plasmarlo en este medio virtual.

El retorno al país de la lluvia, la política del waffle y el surrealismo aplicado a la cotidianidad está siendo casi casi como esperaba. Y digo casi casi porque ha llovido mas bien poco, porque 17 grados en noviembre no dejan de ser una señal alarmante (los mas viejos del lugar apostamos porque el invierno pegará un puñetazo sobre la mesa y nos dejará una nevada de medio metro en menos de una semana) y porque Bélgica y los Belgas siguen en sus trece, o debería decir mejor en sus setenta y cinco?

Si, setenta y cinco son los minutos que esperé en la comuna para avanzar cuatro números y que me dijeran el famoso “vuelva usted….NO, no es mañana, en este país es vuelva usted de aquí a dos meses y le darémos su tarjeta de residencia, sin importarnos que igual en ese tiempo haya cambiado de domicilio, perdido su empleo o haya decidido que genoeg is genoeg y que va a ir a por la tarjetita suputamadre.

Setenta y cinco son los minutos que he estado telefoneando a la compañía eléctrica sin éxito para decirles que no, que yo no tengo que financiarles a ellos pagando por adelantado el doble de lo que consumo por la simple razón de que ellos miran el contador una vez al año y calculan el consumo promedio con una regla de sais compuesta y trucada.

También he pasado setenta y cinco minutos en la oficina de la citada compañía para que al llegar mi turno el pollo prototípico “yo cumplo ordenes monsieur” tardara treinta segundos en decirme que si, que es cierto lo de la factura hinchada y que ya está solucionado, así, sin tener que firmar nada ni revisar, vamos que por teléfono podrían haberme ahorrado cientocincuenta minutos.

Setenta y cinco son los días que llevo esperando a que el casero instale la lavadora en el sótano. Setenta y cinco son los días que ha tardado en romperse una cañería inundando el piso del casero (castigo de dios por lo de la lavadora que diría mi amada madre), y a mi el castigo colateral de cortarme el agua para hacer las reparaciones oportunas.(me resigno a aceptar que algo malo habré hecho a los ojos del todopoderoso)

Pero no todos los setenta y cinco de este país tienen connotaciones esperpénticas, también setenta y cinco fueron los euros que me han costado dos billetes de ida y vuelta a Roma, setenta y cinco y alguno más son los pollos y gallinas que llenasteis mi housewarming party, y el mismo número de días que faltan para que el pequeño A, orgullo de mi sangre, príncipe de Saigón, Cervera y Hong Kong aterrice en este mundo globalizado, contaminado, corrupto y dinámico.

Ya sabes, si te da por nacer y tus padres no están en casa les dejas un mensaje en el móvil, los pañales están en el armario junto a tu cuna, allí tienes las toallitas, y el biberón lo encuentras en la nevera, ponlo setenta y cinco segundos en el microondas y listo. Mi querido sobrino, el mundo que te espera es asin.