Un añito en el infierno

Monday, April 30, 2007

Diálogos con plantas

En uno de esos días en los que estás aquí aunque no deberías de estar aquí. Tu cuerpo presente, tu mente ausente. Teléfonos durmientes, pasillos silenciosos. Mañana soleada, playa atestada.

Y es que últimamente el que escribe ha vuelto a tener momentos surrealistas o reales como la vida misma. Porque ustedes y yo sabemos que hablar a las plantas no deja de ser una actividad heterodoxa. Ahora, que ellas te hablen a ti si que roza la enajenación mental. Pues miren, tengo yo dos plantas en casa de esas que lo aguantan todo, que me tienen más paciencia que una madre. La una es pequeñita, suave, otrora florida. Vive junto a la ventana, y sufre porque residiendo tras la cortina, pocas veces me cruzo con ella y le dedico unas palabras. Aun así, cuando remotamente la recuerdo, me sonríe, me pregunta por la familia y me agradece que la deje ver la calle, el ruido, la gente, el sol.

La otra planta es grande, recia, excesiva, y hasta fea en ocasiones. Las puntas de sus hojas pinchan, y su tallo más recuerda a una palmera que a una planta. Con esta las discusiones últimamente son más acaloradas. Razón le doy en que a veces se me pasa regarla, y que hace meses le prometí un plato en el que reposar el peso de su maceta y dejarle salida al agua sobrante. Pero oigan, que una planta se te ponga chula es algo asin como lo de: “entras en mi casa, insultas a mi familia, no me llamas padrino”. Eso me ocurrió a mi una tarde la semana pasada. Al acercarme a encender a su vecino PC, la susodicha me pinchó, se revolvió medio mustia medio indignada y me soltó tal frase:

“Si yo fuera marihuana seguro que me regarías a diario y me dejarías ver el sol”.

La verdad es que no me esperaba semejante reprobación, en mi propia casa así que solo se me ocurrió responderle con otra frasecita:

“No te jode, y si dieras billetes de 500€ hasta te podaría cada semana”

La pobre planta se quedó así un poco aturdida, un poco avergonzada, y sobre todo triste y dolida por la escasa atención que le he prestado, y por mi enérgica reacción a sus demandas.

Si yo se que ella es buena, y le da alegría a la casa, y se come el CO² y todo eso; pero como se le ocurre entrarme así según llego de la oficina? Si es que ese no es el momento, plantita mía.

Pero no se ofusquen, no me tachen de enemigo del medioambiente, insensible, borde, malavenido. Se reconocer mis excesos y mis errores. Desde ese día la riego regularmente, y hasta estoy considerando acercarla a la ventana para que disfrute más del sol de primavera. Al fin y al cabo, ella también hace su trabajo.