Un añito en el infierno

Tuesday, August 15, 2006

SOBRE CASAS Y CASEROS

Hay ciertos aspectos de la búsqueda que pueden facilitar la labor del lechón enormemente. Recomiendo en primer lugar agarrar un mapa de la ciudad y seleccionar uno o dos barrios objetivo, y a partir de ahí hacer uso de la poderosa red de redes. Una vez coleccionadas unas cuantas citas (no desesperarse cuando te dicen aquello de "ya esta alquilado". Como que ya esta alquilado? Pues quita el anuncio HIJADEPUTA !!), cuando el lechón se echa al campo conviene disponer de un medio de transporte adecuado (alquilar un coche, moto o bicicleta merece la pena) que nos permite el desplazamiento rápido entre citas y tropezarnos en el camino con candidaturas espontáneas (osease, anuncios de portal para ampliar la oferta).

Ya desde que se visualiza el anuncio uno debe saber separar trigo y paja. Expresiones (en francés) como “tres jolí”, “sympathique”, “tres calme”, “meublé a l´epoque” son signos inequívocos de que se trata de un habitáculo pequeño, mal distribuido, en un barrio “cementerio-culo-del-mundo” y lleno de cacharros viejos. Un anuncio debe ser breve y conciso, superficie, distribución, equipamiento, suelo, luminosidad, y condiciones de alquiler. Todos los demás adjetivos, por rimbombantes que sean solo aportan una visión subjetiva e irrelevante.

Si el anuncio titula apartamento/estudio amueblado, ni chicha ni limoná, esta diciendo que tiene la cocina minimamente separada por un tabique de corcho para que las sábanas no huelan a fritanga en exceso. Y lo de amueblado... si el precio parece sorprendentemente bajo, los muebles serán con seguridad del año de la polka y con su buena ración de termitas. La ducha tendrá un sospechoso color verdoso y el suelo será de moqueta marrón modelo “película-de-Almodóvar-años-70”.

Cuando en un anuncio la superficie total no encaja con la suma de las superficies de las estancias básicamente vaya preparándose a ponerle puertas o mamparas y separar usted mismo un salón enorme cuya planta retorcida impide instalar casi cualquier modelo de mueble estándar. En realidad, esos 20 metros cuadrados escondidos están ahí, y el anuncio viene a advertirnos de que no hay forma humana de darles un uso “habitable”.

El adjetivo “luminoso” es un arma de doble filo. Si se lee una vez en el texto, probablemente la vivienda tenga unos hermosos ventanales (lo cual no implica que la vista sea agradable), Si el adjetivo se lee tres veces en el mismo anuncio el significado evidente es que el piso es una mierda pinchada en un palo pero eso si, una mierda bien iluminada. Por otra parte, el hecho de que sea ciertamente luminoso, además de darle alegría a la casa implica que te vas a gastar una pasta en cortinas y/o los vecinos van a disfrutar de tu esbelta figura en ropa interior.

Pasando de adjetivos a personas. La siempre controvertida del casero o el agente inmobiliario son una caja de sorpresas, en una de las profesiones en que una primera impresión marca totalmente el resultado de la operación.

Comenzaré por el tipo voluntarioso que sabe que la vivienda en cuestión no vale ni la mitad de lo estipulado pero aún así intenta llevar a cabo su labor dignamente (a ver si traga algún incauto aunque la casa sea una ruina). Estos tipos te describen todos y cada uno de los armarios, esquinas, enchufes, muebles, baldosines, estanterías, percheros y cualquier cosa que según ellos aporta valor añadido a la incolocable vivienda. En la práctica, si el garito no dispusiera de todos esos chismes probablemente no tendría ni certificado de habitabilidad.

Continuaré con el tipo “pasota”. Este adjetivo se dirige a quienes van a enseñarte la casa con una actitud absolutamente dejada, abriéndote la puerta y quedándose de brazos cruzados en silencio, enredando con el móvil y poniendo cara de “arreando que es gerundio”. Supongo que son pasotas porque les ha tocao el marrón de ir a enseñar la casa un dia festivo o porque el candidato a arrendatario no les agrada, o porque simplemente se creen que su choza es la mejor del mundo y no necesitan gastar ni saliva ni calorías en acompañar al visitante.

Para terminar está el tipo marketiniano, ay, como nos gusta esa palabra amigos míos. Estos tipos son capaces de sobreponerse a la adversidad, como por ejemplo de tener que enseñar una casa en plenas obras de renovación llena de polvo y sin terminar. Tienen el convencimiento de que el cliente es más importante que el producto, y desde el momento que te saludan intentan meterse en tus zapatos, en tus neuronas y en tus sentimientos. Poseen los hábitos comerciales mínimos para guiarte por la vivienda sin agobiarte, observar tus reacciones y añadir comentarios que son breves, concisos y acordes a la situación. Saben como ayudarte a visualizar la obra terminada, la escalera limpia, la sartén en el fuego y el ternasco dorándose en el horno (aunque sea dentro de dos meses). Y si aun así el cliente no está convencido saben aceptar la derrota y ponerse a trabajar para adecuar ASAP el producto. Porque si no lo hiciera, sería un BO-NIA-TO.

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