Chicles

En la vida ha épocas en las que a uno le toca ponerse a buscar, es un poco como en aquellos chicles de “a duro” (generalmente con un sabor entre goma y fresa), que prometían fabulososos premios en su envoltorio exterior, y comprabas diez de vez, con la cuasi-certeza de que por fin te iba a tocar la deseada bicicleta. Y uno tras otro te iban diciendo “sigue buscando, hay más de mil fabulosos premios esperándote”.

El envoltorio, a veces, con colores chillones, promesas fugaces y grandes letras hace que te dejes llevar y lo abras. Claro, al abrir te toca pagar un precio, y por eso se hace un “bueeeeno” cuando la ilusión inocente se transforma en el manido “sigue buscando”. Tras veinte o treinta chicles lo más sensato es asumir el camelo y limitarse a masticar y sacarles todo el sabor, dejando un poco de lado lo del premio gordo.

Pero oigan, que según vamos viendo promociones y experimentándolas también nos hacemos más reacios, escépticos, incrédulos, ácidos, sarcásticos… y nos centramos en masticar y masticar, extraer el sabor de la dopamina de la fresa y diez minutos después deshacernos del chicle en el cubo de la basura.

Llámenlo egoismo, pragmatismo, utilitarismo, o cualquier otro ismo que les venga en gana. El lechón piensa seguir comprando chicles, abriendo el envoltorio con una mediosonrisa malévola y mascando. Pues si, me gustan “muchissimo” los chicles, que le voy a hacer.

Un chicle es un chicle al fin y al cabo. El envoltorio es la parte fundamental en la decisión, y su reverso, aunque parezca mentira, es lo que marca la diferencia. Porque aunque se acabe el sabor del chicle, si te ha tocado la bicicleta, tu sonrisa perdura.

Special thanks for the inspiration: Frikifutbol y Piriodisto