Un añito en el infierno

Monday, October 15, 2007

Cabin crew, landing in two minutes

Es una voz suave y firme, enérgica y segura. Veo vapor, algodón, nubes, gotas de agua en el cristal, siento el balanceo que produce el viento cruzado. Mi cinturón sigue abrochado, mis manos posadas en mi regazo.

Ella corretea por el estrecho pasillo, brazos en alto, dirigiéndose a su lugar de reposo, se coloca el arnés, echando un último vistazo al atemorizado pasaje. Ni siquiera es necesario, las sacudidas son violentas, todo está atado y bien atado.

Nuestras miradas se cruzan, en ese instante infinito, apoyo mi cabeza contra el asiento, sonrió, otra sacudida, sonríe. Apaga las luces de cabina, un momento de intimidad.

Observo por la ventana las luces de los coches en la autopista, diez segundos…
…un impacto, siento mis intestinos en la garganta, el pájaro se resiste a reposar sobre la pista, nuevo impacto. Extraña sensación de desequilibrio, la eterna gravedad me empuja, me agacho instintivamente. Escucho un chirrido intenso, desgarrador, los segundos se hacen eternos, gritos, oscuridad, un golpe seco, una milésima de silencio.

Penumbra, ella salta como un resorte, mira por el pequeño orificio de la puerta y tira con fuerza de la palanca… un zumbido, agarra el teléfono de la pared, y con voz firme, templada, como si recitara el mismo mensaje dos veces por semana, nos ordena seguir las luces del suelo hasta la salida de emergencia más próxima.

Clic, clic, clic… yo solo quería la fila uno para estirar las piernas… ahora las estiro de nuevo y salto, me deslizo, me detengo. Dos manos me agarran y me impulsan fuera del tobogán. Choff, choff, choff, intento avanzar, mis pies se hunden en el barro. Escucho sirenas, una columna de luces se acerca, me atrevo a mirar atrás. Una procesión de muñecos se deslizan rítmicamente por los toboganes amarillos.

Yace el pájaro, parece dormido, el a oscuridad, su morro incrustado en la tierra, en la oscuridad de la noche. Llueve, siento frío, tomo aire, el corazón bombea a toda velocidad, adrenalina. Una figura se acerca a mí, hace un gesto con el brazo, le sigo, choff, choff, choff, plop, el suelo se hace firme. Vuelvo la mirada, las figuras avanzan hacia mi, luces intermitentes…

Estoy sentado, observo mis zapatos. Están llenos de barro. Miro al frente, y allí está ella, semblante tenso, mi garganta emite un susurro, casi imperceptible, correspondido con una sonrisa. Bajo la mirada, y veo sus pies descalzos, cubiertos de barro. Sonrio. Estamos vivos.

2 Comments:

Blogger DR said...

Estos aterrizajes de urgencia, algunos, los hacemos varias veces en la vida ... sin avión de por medio. Y de todas formas volvemos a volar, aunque ya conozcamos los riesgos.

3:11 PM  
Blogger Acidvent said...

Es mejor esto que estrellarse.Aunque los zapatos siguen llenos de barro

12:25 AM  

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