TRADESHOWS, Ajos y otras historias
Cualquiera que tiene la suerte o la desgracia de verse envuelto en el mundo de los Tradeshows sabe que en un mismo recinto hay mil formas de afrontar la participación o la visita. “Cada cual cuenta la feria como le va”. Así que voy a dedicar este post al informal (que me enseño como engañar al segurata del SIMO) y a todos los que algún dia nos hemos visto en una o las dos caras de la moneda.
Desde el punto de vista del visitante hay tres formas de visitar la feria: Profesional, Pasatiempos, Gorrón desocupao/pollo mareao. En un mundo feliz, lo ideal sería poder combinar los tres aspectos en la misma visita (la cuadratura del círculo). Créanme, eso es posible en el fabuloso mundo de los comex, siempre y cuando uno adopte los roles en el riguroso orden antes indicado.
El profesional se molesta en leer documentación, preparar un recorrido aproximado, marcar con una X los stands que convienen a los intereses de su empresa, y establecer una posición inicial para entablar contactos con los exhibidores (que no con las azafatas exhibicionistas). Una vez inmerso en el agotador pateo por los mal llamados pabellones (para mi siempre se han parecido mucho mas a un hangar de aviación), y después de recoger suficiente información para satisfacer el propósito inicial de la visita (desde evaluar un producto a copiarlo pasando por escribir un informe que nadie va a leer), se puede alcanzar la fase del Pasatiempos. El pasatiempos se alcanza en un stand indeterminado cuando el pollo que debería atenderte tiene tan pocas ganas de seguir currando como tu y la conversación inicial sobre una determinada maquina cortadora/laminadora multi-purpose-whatever encuentra un punto de conexión con tu origen geográfico, escuela universitaria o partido de fútbol de la noche anterior. La señal más clara de que se ha alcanzado este estadio suele consistir en que el plato de jamón y la botella de vino reemplazan a la libreta de los apuntes y las tarjetas de visita. A partir de aquí ambas partes pierden la noción del tiempo, y la información fluye de una forma más natural y práctica que en la entrevista-prototipo-tostón. El pollo te cuenta de verdad como esta el mercado, lo harto que está de su jefe, lo bien que lo pasaron la noche anterior en aquel club de cuyo nombre nadie se acuerda hasta que llega el cargo de la visa... Y así hasta que el pollo te insiste en que te pases por allí mas tarde y te lleves unas muestras (de los productos más variopintos, pueden tanto tuercas como ajos, galletas integrales o bolitas de poliuretano)
Cuando por fin llega la hora de recoger los chiringuitos, de repente a todo el mundo le entra la generosidad exacerbada con el único propósito de no cargar de vuelta a casa con las pesadas muestras. En este momento se empiezan a localizar en el horizonte algunos individuos cuya indumentaria y discurso nada tiene que ver con el tema de la feria. Estos son los auténticos profesionales de la rapiña, provistos de una credencial prestada, su mejor sonrisa, y un trolley mejor que una bolsa de plástico, comienzan a recorrer los stands metiendose a la buchaca todo lo que el exhibidor ha abandonado a su suerte. Entre tanto, el esforzado comex (en estado de pollo mareao) se esfuerza en rechazar la enésima invitación o muestra de regalo, arrastrar las veintitrés bolsas y salir del recinto lo antes posible para quitarse la corbata y encontrar un contenedor en el que deshacerse de la mitad de la carga que no sirve para nada.
Pongámonos en la piel del exhibidor/organizador: viaje de 1500km, cargado de material, cuatro días por delante en los que facturar lo suficiente como para justificar la verbena. El primer día vamos a saco, todo simpatía, todo features and benefits para el potencial cliente. Y la primera noche, que decir de la primera noche, trabajo bien hecho... , el segundo día, resaca severa, los clientes se vuelven exigentes y la neurona sigue dándose de ostias con las paredes del cerebro. Segunda noche: “hoy me retiro pronto, que queda mucha feria”. Y una mierda. Te encuentras con Pakito que resulta ser tu mejor cliente, y como vas a dejarle escaparse a cenar con la competencia... Tercer día, esto flojea (así en general), viene un pollo becario de alguno de las decenas de organismos de promoción de exportación que tenemos en un país llamado España a dar el coñazo, pero al final acaba amenizándote la mañana, al fin y al cabo es mejor estar de charla relajada con alguien a quien no vas a vender nada que cagarla con un cliente potencial a causa de la pronunciada resaca. Tercera noche, “hoy si que no salgo, que mañana hay que recoger el stand y viajar”... por supuesto, después de tres días de infierno en un hangar de aviación rodeado de azafatas intocables uno ha entablao conversación con su stands vecinos, y que menos que tomar una caña para sellar esa amistad. Cuarto día, aquí no viene ni harry, me duele la cabeza y no quiero perder el avión, así que a recoger prontito y engañar al segurata para que me deje escaparme con el equipamiento antes de las 3. (y con suerte estoy en casa a cenar). ¿y que hago yo ahora con todas estas muestras, folletos y gadgets varios inventados por algún iluminado de la publicidad para llamar la atención? Joder, el que va a llamar la atención soy yo si intento facturar todas estas cajas, los de la aerolínea me cubren a besos. Y mi jefe me corta.... la financiación. En este punto, después de cuatro días de paliza algunos todavía conservan la lucidez suficiente como para sacar algo en claro de semejante perdida de tiempo y dinero... y empiezan a conectarse a la página de su compañía aérea para ver cuantos asientos quedan libres en el avión.... y a cruzar los dedos para que se llenen... (enlacen con el capítulo anterior y hagan la cuenta)
2 Comments:
lo de pon un BECARIO EN TU EMBAJADA me ha parceido muy fuerteeeeeee
He aquí un muy acertado retrato de las ferias. Me gusta como escribes de esas cosas que casi todo el mundo ve y de las que nadie habla. Mis felicitaciones! Y un abrazo tanguero.
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