Un añito en el infierno

Tuesday, May 23, 2006

Pongamos que hablo de tí

No se me ocurre que escribir hoy. Así de claro, sencillo y expresivo. El día es gris, pero gris de esos que no ofrecen ninguna esperanza de cambio, bueno si, pero solo hacia un tono más oscuro. Es lo que tiene esta región de la vieja Europa. Garlic and water. Se me había pasado por la cabeza tocar un tema todavía virgen en este blog, pero casi mejor que siga virgen (como yo) y mejor me rallo con las aventuras de Willy Fog.
Cada vez que aterrizo en Zaventem y enfilo el largo pasillo subterráneo me encuentro con un acertado cartel, con coloridas imágenes y en varios idiomas dice “Bienvenido a casa”. Entonces en mi cara se dibuja una sonrisa.
Este finde estuve en Bruselas, ciudad que despierta en mi una relación de amor-odio-amor, esto es, 66% de amor y 33% de odio para ser exactos. Yo también era de esos que pensaban que es una ciudad gris, sin personalidad, encerrada entre Flandes y Valonia al servicio del monstruo burocrático europeo, y con poco o ningún atractivo turístico/cultural/ludico. Es cierto que la Grand Place, el meón y la Catedral se ven en dos patadas, y que al Atomium no te molestes en hacer el viaje. También es cierto que el tiempo de perros me-cago-en-su-puta-madre hace acto de presencia con demasiada frecuencia. Y siguiendo con la rajada habré de admitir que no siempre camino tranquilo de madrugada, y que detesto ese falso estatus de ciudad bilingüe en la que solo yo parezco tener un nivel adecuado de flamenco (que además pongo en práctica a la mínima ocasión, solo por tocar los atributos).
Pero óiganme, me encanta ese ambiente multicultural, de torre de babel, en el que puedes conocer a alguien de casi todas partes del mundo, disfrutar de esa amplísima oferta culinaria, que combina lo más tradicional de nuestra tierra (y sus diferentes identidades nacionales), con la innovación mal entendida llevada al extremo de servir un plato de 30x30cm con un pegotillo de carne en medio y unos polvos de pimentón a modo de adorno. Y que decir de la oferta socio-cultural, a simple vista un piensa “cuatro bares para turistas y punto pelota”, pues NO, quizás hace falta que te lleven de la mano a los lugares más recónditos, bodegas, estaciones de tren abandonadas, mansiones coloniales en el extrarradio, mercados de abastos...
Lo mejor de Bruselas es sin duda su gente, o mejor dicho, mi gente. Esa tribu de seres humanos que un día llegamos con una maleta cargada de ilusión y juventud, nos conocimos por inercia, afinidad, o necesidad de cariño para afrontar el día a día. Ahora en la maleta hay más canas y un poco menos de ilusión, pero seguimos riéndolos juntos con las mismas tonterias, escuchando la misma música, transitando los mismos bares, y haciéndonos la misma pregunta: “y después de Brussel que?
No hay un “después”, porque aunque no estemos físicamente allí, seguimos volviendo periódicamente al lugar del crimen para recuperar el tiempo perdido y seguir disfrutando de las mil sorpresas que esta ciudad nos reserva.

3 Comments:

Blogger Aída said...

Qué bonito canto a la amistad! Me ha gustado este post, sí señor. Ya liberada de las fiebres otoñales, te mando un beso desde el comienzo del final del continente en el que me encuentro.

5:47 AM  
Blogger mostrenca said...

pos yo estoy hasta el moño del tiempo, que voy con cuello alto y abrigoooooooo oiga, que no se han enterado que es JUNIO?
(suspiro)

5:35 AM  
Blogger Aída said...

Para cuándo el siguiente post, lindo?

5:54 AM  

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