Un añito en el infierno

Tuesday, June 20, 2006

En Rojo y Amarillo


Ayer disfruté de una reconciliación largo tiempo esperada. Apaguen las alarmas, NO he vuelto con la flamenca. Más bien fue un reencuentro con la historia, la épica, y el espíritu guerrero de la roja que me llevaron a volver a creer en Aspaña como un país, con gentes diversas, nacionalidades e identidades, pero un país detrás de once futbolistas y un abuelo al borde del infarto.
Mis primeros recuerdos futbolísticos se remontan a aquel año 82, por entonces yo era un guapísimo niño rubio con el pelo rizado (lástima que no tengo aqui la foto), mis piernas regordetas, pantalón corto y esa camiseta blanca con el naranjito en medio. Mi padre nos sacaba fotos a los tres hermanos de uniforme, y que orgullosos estábamos, aunque casi no fuimos conscientes de la penosa actuación de la selección anfitriona. De aquel mundial siempre nos quedará naranjito y esas tardes de verano en el pueblo tostándonos al sol comiendo flashes.
Dos años después tuve mi primera conciencia de lo que es la derrota, dolorosa derrota, cuando casi tocábamos la eurocopa con las manos al gran Arconada se le escapó entre su brazo y el cuerpo aquel lanzamiento. Un año más tarde, en 1985, adquirí por primera vez conciencia de lo grande que es un país unido frente al televisor, y empecé a creer en los milagros. 12 goles, 12, y alguno mas que nos anularon.
Llego al año 86, mi primer álbum de cromos del mundial completo, los tenía todos, aunque hubo que pedir los más complicados por correo. Ese año la roja jugó bien al fútbol, eran los tiempos del buitre, y la mano de dios de Maradona. Creo que todos sudamos un poco con los calores de México, le plantamos cara a Brasil aunque el arbitro dijo no al golazo de Michel, soñamos mientras le colábamos 5-1 a la dinamita roja y... aquí llega mi primer encuentro con Bélgica. Supongo que era un indicio de la importancia que el país del norte iba a adquirir en mi vida. Los diablos rojos nos bajaron los humos, y perdimos de la forma más dolorosa posible, Eloy falló el penalti.
Cuatro años después volví a completar el álbum, por entonces no me hizo tanta ilusión, de Italia me quedo con el sorpresón de Camerun y la errante actuación española (dispersa, que dirían los de RRHH).
Por fin llegamos al 94, todos preguntándonos que demonios pintaba la copa del mundo en un país en que jamás habían jugado con una pelota redonda en el césped. Lo de los gringos siempre había sido el baloncesto, cuantos partidos de los Lakers habré visto cerca de las estrellas con Ramon Trecet, luchando por no caer dormido en los tiempos muertos. La lógica se cumplió, estadios enormes y semivacíos, horarios infernales para la afición europea, y un arbitro que decidió obviar que a Luis Enrique le habían partido la nariz de un codazo dentro del área, y muchas otras cosas. Probablemente fue el summun de mi amor a la selección, del sentimiento identitario. Estar en un país extranjero hizo que nos uniéramos como una piña, y nos pintáramos la cara. Fíjate, allí, en plena adolescencia, aprendiendo a amar y teniendo que dividir mis esfuerzos entre la roja y la morena. Aquella tarde de sábado en Dublín lloré y reí a partes iguales, y aprendí lo a gusto que se está cuando compartes experiencias con la persona que quieres.
De lo del 98 mejor no hablamos, no hubiera estado mal de no ser porque era en Francia, estaba lleno de franceses y nuestro seleccionador decidió que estaba por encima del bien y del mal. Como de todo se aprende, en aquel verano yo aprendí a Zidane, o la inteligencia sobre el tapiz. Y lo bien que se ven los partidos en pantalla gigante de la Expo de Lisboa. Fue un gran verano, a pesar del fútbol, lo pasamos de cine.
Cuanto más lejos estás de casa, más estériles y absurdas te resultan las polémicas que generan los políticos y tratan de contagiar a los ciudadanos. El mundial de Corea fue la primera ocasión en la que sentí con tristeza que algunos ciudadanos se dejaban llevar por la marea, en ocasiones me preguntaba en que pensaban al ponerte mala cara por un comentario gracioso. Era cierto, la política le estaba ganando al deporte y ni siquiera en Bélgica podía abstraerme de la estupidez y gritar libremente. Aquel mundial también significó el primer choque con el mundo adulto, la presión de ir a gritar en rojo con un examen media hora después del partido. Volviendo a lo terrenal, un arbitro gandul, si, si, gandul, Al-Ghandur se llamaba, nos enseñó que el merchandising televisivo vale mucho más que la calidad futbolística y que cuando juegas contra los de casa tienes que hacerlo el doble de bien para tener opciones.
A partir de aquí, las criticas y el despellejar a cualquiera por una palabra mal leída han sido el cocido de cada sábado y pensándolo fríamente, igual hasta nos ha venido bien la cura de humildad, mediocridad y desunión nacional. De repente nos hemos plantado en 2006, con un país que no existe (o eso decían algunos), una selección del nivel de las ketchup (eso lo dije hasta yo viendo la clasificatoria), y una afición evaporada del mundo por la apestosa forma en que FIFA ha “repartido” las entradas.
A pesar de todo, de las derrotas sucesivas, del síndrome “cuartosdefinal” y de una perdida de interés por el futebol en general, anoche hice cosas que me hacen sentirme ESPAÑOL y muy orgulloso de ello (Y no, ustedes saben que no son exactamente facha). Mi vecino de enfrente ha colgado una bandera holandesa en la ventana. Yo he colgado la mía, sin gallina, sin toro, sin letras, ROJO Y AMARILLO. Como entre gimnasio y ducha andaba justo de tiempo para cenar en casa pues he hecho “lo típico”, eso que hacíamos de crios aunque esta vez sin la complicidad de mi madre. He metido la cena entre el pan y me he ido por la calle camino del pub, camiseta nacional, bandera a modo de capa y disfrutando cada bocao de la tortilla. Una vez en el Fiddler he escuchado el himno de pie, agarrado a mis compañeros, igual que los jugadores, he gritado hasta quedarme sin voz, como hacía años que no me ocurría viendo un partido. He pataleado, me he agobiado, resistido la imperiosa necesidad de fumar y he saltado de alegría con los goles. No os voy a engañar, sobre todo con el de Raúl.
Me llena de satisfacción poder plantear algunas preguntas a todos, y especialmente a los que no tenéis claro lo de el concepto España.
¿de donde es Xabi Alonso? ¿Y Puyol? ¿Y Cesc? ¿Y Xavi? ¿que me decís de Villa? ¿Y Joaquin? Si ellos están orgullosos de ser parte de este proyecto nosotros tenemos la obligación de apoyarles.
Tengo la suerte de tener amigos “centrífugos” desde Euskadi hasta Catalunya, o Valensia o Andalusia con su recién estrenada “identidad nacional”, ¿quien de vosotros no comparte conmigo varios recuerdos de la breve historia mundialista que hoy presento?
NOS VEMOS EN BERLIN

1 Comments:

Blogger Aída said...

Qué bueno ver tu sonrisa en la foto del post anterior. A seguir así, eh!?

A mí no gusta mucho el fútbol ni el baloncesto, pero sabía de Ramón Trecet por su veterano programa de Radio·3:

Diálogos 3
Director y Presentador:
Ramon Trecet
Sintonia del Programa:
Título: Un niño
Interpretes: Oumayma El-Khalil - Paul Mounsey
Autores: Mahmud Derwish - Mardel Khalife
Discográfica: Iona Records
Fecha de estreno:

Veterano programa que ha abierto horizontes a los aficionados a las músicas de contenido étnico, tradicionales o de raiz. En su día fue pionero en la introducción de los sonidos célticos o la llamada New Age y ahora descubre las músicas de Grecia, los Balcanes o Armenia, lo que no impide recuperar temas de compositores norteamericanos o programas fados y canciones francesas.

8:50 AM  

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