Un añito en el infierno

Monday, June 12, 2006

Marea ORANJE

Con buen criterio, espero, y tras un consejo de bloggera a blogger, dejo el tema explosivo para otro dia que tenga más chispa y me centro en la fauna que me rodea

Para los no iniciados en el idioma de las tierras de flandes (en el sentido amplio del término), Oranje es el nombre de la dinastía real neerlandesa desde hace... un güevo de tiempo. El termino también es un color, naranja para mas señas, que se convierte en la señal de identidad de los “enormes” habitantes de los Países Bajos.
Estas gentes frías, fornidas y directas hasta sobrepasar el límite de lo cortés, dos veces al año de promedio se enfundan sus camisetas, trapos y otros gags del color nacional para reivindicar su pertenencia, afirmar su unidad y, por que no, librarse de su aburrida personalidad como nación y correrse una juerga en condiciones.
No os miente quien dice “hay que estar allí para vivirlo”, pero hay que estar, antes, durante y después, para notar la transformación que disfrutan los individuos. Me pueden caer mas o MENOS simpáticos, parecerme más o MENOS educados, o listos, pero lo que si les otorgo es el sentido de la oportunidad comercial. Desde hace tres semanas el marketing del país pivota sobre la Copa del Mundo y el color naranja. Pero no se piensen que simplemente regalan camisetas al comprar el pack de cerveza, que vaaaaa, el concepto asociación-pertenencia al grupo se extiende a cualquier producto de consumo que se les venga a la cabeza. Hagamos una prueba: las patatas fritas (que por su naturaleza siempre han sido y deben ser amarillas) también se vuelven naranjas. Añádase a esto cualquier producto que se pueda encontrar en una estantería (maquinillas de afeitar, condones, pantallas de plasma, bicicletas... De hecho he decidido no comprar champú hasta bien pasado el acontecimiento, no vayamos a tener una sorpresita.
De repente las calles se llenan de globos, banderas, y fachadas enteras de las casas se tiñen de naranja. Las camareras se pintan la bandera en la cara, los trams cambian de color, y las bajas laborales en la jornada posterior al partido de la selección aumentan un 20%. Y es que la fiebre naranja también conlleva su resaca.
Mi primera experiencia naranja tuvo lugar en la noche y el dia de la reina. Yo también había oído esa frase de “hay que estar allí”, así que allí fuimos, dispuestos para la batalla, embutidos en cualquier objeto que cumpliera el dress code de la ocasión. La noche de la reina hubiera sido una grata sorpresa de no ser por el frió “reinante”. Jamás había visto tanta gente en las calles de La Haya, de hecho ni siquiera pensaba que cupiera tanta marabunta en tan poco espacio. Venga cerveza, venga concierto, venga naranja, venga cañonazo, y así hasta las mil. Y el día de la reina... primera sorpresa: “esta prohibido beber alcohol en la calle antes de las seis de la tarde”, pero todo el mundo lleva una cerveza en la mano. Que digo una cerveza, me crucé con varios individuos naranjas acompañando carros de supermercado llenos hasta arriba del liquido dorado. Segunda sorpresa: aunque parece que por un día estas gentes han decidido dar rienda suelta a su buen rollo, siguen sin comunicarse con las criaturitas de pelo oscuro, ni aunque rompamos el hielo con nuestra mejor sonrisa y alguna frase de manual del buen pescador.
Para lograr la prueba definitiva y saber si esto de la fiebre naranja va en serio o es un producto más del marketing de masas (que lo es a buen seguro), se me ocurrió eliminar el volumen de la TV cuando marcaron el gol el sábado y he de admitir que algo tembló la tierra en ese instante. Después continué mi estudio empírico en la playa, pero allí se frustraron mis ansias de encontrar el espíritu neerlandes, la raza, la furia. Aunque no hubo más goles, ver el partido en un bar abarrotado de gentes naranjas y envuelto en el silencio me resultó del todo contradictorio. Esperaba, añoraba, suplicaba por escuchar gritos, cánticos, sonrisas, lagrimas... nada de eso, perfecta seriedad holandesa, con algun uuuuyyy por lo bajini. Y es que aunque la mona se vista de seda (o de naranja), mona se queda. La Pasión sigue siendo patrimonio de algún país al sur de los pirineos.

2 Comments:

Blogger Aída said...

Tal vez haya pasado mucho tiempo de mis días en Holanda y por eso no me acuerdo muy bien, pero me parece que eres excesivamente duro con esas gentes grandes de piel rosa.

En fin, con lo de que son poco expresivos estoy totalmente de acuerdo.

6:28 AM  
Blogger furie said...

yo siempre me pregunté por qué a pesar de invitarme a pancakes, las holandesas eran las únicas de 25 eresmus que fuimos a Sundsvall incapaces de pasárselo bien en una fiesta o incapaces de hacer público su regocijo...
y eso que eran buena gente

7:04 AM  

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